La hoja de vida de todo buen profesional es, sencillamente, su mejor tarjeta de presentación. Ella sintetiza la historia laboral y de formación desarrollada y apunta a la proyección personal en el tiempo. Debe por ello ser bien pensada, enfocada, diseñada, confeccionada y presentada. Ser veraz en todas sus partes, compendiada pero con un contenido suficiente – extensión máxima de hasta dos páginas- como para informar a un contratante interesado y abrir espacios que inviten a una entrevista personal.

Los formatos de presentación pueden variar, incluso dependiendo del campo profesional. Pero nunca se debe sacrificar el fondo por la forma. El relato debe ser en orden inverso, de lo más reciente a lo más distante. Como datos personales reducirse incluso sólo a los de contacto.  En el capítulo de experiencia, ser muy puntual en funciones y destacar los logros reales y ojalá cuantificables obtenidos en cada una de ellas. Informar sobre líneas de supervisión/dirección y reporte jerárquico dentro de la estructura organizativa de cada empresa. En el capítulo relativo a la formación, apuntar sólo hacia los títulos universitarios dando preferencia a los que implicaron mayor extensión de tiempo. Obviando los de corta duración: seminarios y cursos breves que pueden distraer la atención del lector.

Recordar la máxima que dentro de un umbral de espacio y tiempo la hoja de vida debe invitar al lector a concretar un encuentro.

Consideraciones para que una trayectoria logre el impacto deseado y lo pueda comunicar a través de una hoja de vida:

En fin… que la hoja de vida refleje que cada experiencia de trabajo te ha dado la oportunidad de invertir tu tiempo activo de manera productiva aprovechando cada oportunidad laboral.

 

Ana María Mantovani

Directora Asociada, Top Executive Search

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